La joven diputada de Revolución Democrática se pasea como una más entre las 28 mil personas que son parte de la COP 24 en Katowice. Sin ningún distintivo que la destaque como parlamentaria, estuvo tres días en la ciudad polaca asistiendo a eventos relacionados a la conferencia mundial por el cambio climático.
– ¿Por qué consideraste importante estar en esta COP?
– En Chile nos falta comprender, desde el mundo de la sociedad civil y de la política institucional, la importancia del desafío del cambio climático y las afecciones reales que tiene en el día a día de chilenos y chilenas. El cambio climático es el gran desafío del siglo XXI y Chile, si bien a nivel técnico ha estado involucrado en la discusión, hoy es necesario socializar esto, poner metas concretas para ese entendimiento, más aún cuando el gobierno plantea la generación de una ley marco de cambio climático. Nos pone los desafíos de establecer los clivajes de esa nueva normativa. Y si no hablamos de construcción de una institucionalidad ambiental lo suficientemente fuerte como para abordar el cambio climático, pero también asociado a objetivos concretos a nivel sectorial y eso asociado a presupuesto, no podemos hablar de un compromiso real.
– ¿Cómo evalúas los compromisos de Chile en la materia?
– Es cierto que Chile es bien ‘mateo’ en la materia, comparativamente con algunos países vecinos. Pero hoy día, el desafío del cambio climático nos exige mucho más. Chile está comprometido con la disminución de un 30% de la emisión de gases de efecto invernadero, pero si cada uno de los países mantiene los mismos compromisos, la temperatura del planeta crecerá por sobre los 3°, algo que no puede pasar si queremos conservar la especie humana. Hoy es necesario que Chile reafirme esos compromisos y esperamos que no sea un 30%, sino que aumentemos a un 45%, independiente de la asistencia internacional. Y es importante hacer compromisos sectoriales que son cruciales para la realidad de la ciudadanía.
– Las termoeléctricas representan hoy el mayor agente contaminante que hay en Chile, pero el gobierno solo tiene el plazo del Acuerdo de París, de que para 2050 no se emitan más gases de efecto invernadero. ¿Qué te parece?
– Hoy estamos en la negociación de esos plazos de cierre al año 2050, pero no sé si hay un compromiso real del gobierno ni con el cierre definitivo de las termoeléctricas ni con un proceso de transición justa para la población. Eso se tiene que asumir en el marco del cambio climático, no sabemos el compromiso del gobierno con rediseñar la adaptabilidad térmica del sur de Chile, no sabemos si vamos a seguir subvencionando por familia o si vamos a pensar en la adaptación de las viviendas a termopaneles, por ejemplo. Ese tipo de cosas, que afectan el día a día de personas que habitan determinados territorios, son compromisos que Chile debe asumir. ¿Qué haremos con los incendios forestales? Es algo que año a año afecta los compromisos chilenos en materia de cambio climático, directamente a la política públicas de reforestación y captación de gases de efecto invernadero. Entonces esto no se trata solo de cooperación internacional y grandes números, se trata de actividades concretas que hoy tenemos que hacer. ¿Cómo le garantizamos a los ciudadanos de Tocopilla y Mejillones que las termoeléctricas se van a cerrar y va a seguir habiendo empleo? ¿Cómo le garantizamos a las familias del sur que se puedan calentar no solo a leña, sino con un sistema térmicamente más sustentable? ¿Cómo le vamos a garantizar a las familias de la zona centro del país que viven de la agricultura y se ven afectadas por la sequía? Tenemos 179 comunas con déficit hídrico y va a seguir aumentando si no hacemos algo respecto del cambio climático. Si no hacemos nada, vamos a seguir siendo cómplices de esta debacle ambiental.
– Las variaciones climáticas son evidentes en Chile, así como casos de contaminación graves como en la bahía de Quintero-Puchuncaví. Pero no se habla de cambio climático. ¿Cómo se pueden llevar estas discusiones a esa realidad chilena? ¿Qué rol jugamos los medios y los políticos?
– Ahí tenemos harta responsabilidad los activistas ambientales y también la institucionalidad. Hoy día la institucionalidad ambiental no está poniendo los puntos donde tiene que ponerlos, hoy no basta con que se incorporen 200 buses nuevos al Transantiago con un sistema de electromovilidad si todavía estamos discutiendo qué vamos a hacer con el litio, ni hay inversión decidida respecto al cambio en los patrones culturales de la gente en materia ambiental. Si seguimos prefiriendo, desde la institucionalidad, hacer grandes parafernalias respecto a los autos eléctricos que el gobierno adquiere, pero sin una política pública de educación respecto del cambio climático, de las problemáticas ambientales y la causalidad que eso tiene con las zonas de sacrificio en nuestro país, no vamos a generar el cambio necesario. Este tema ha permanecido oculto y ‘elevado’ a nivel de expertos, la gente no tiene conciencia de cómo el cambio climático influye en su vida cotidiana y ese es el gran desafío que tenemos que plantear si queremos mejorar las condiciones de los sectores más empobrecidos de la población, porque el cambio climático, sí, afecta al planeta completo, pero quienes más lo sufren son las poblaciones vulnerables. El cambio climático no se vive en Providencia, se vive en Huasco con sequías, se vive en las zonas de sacrificio, no se vive en Las Condes. Ese acento tiene que estar. Cuando hablamos de justicia ambiental hablamos de cómo son unos los que pagan los costos de lo que otros sectores producen.
– ¿Y qué rol ha jugado el Congreso en esto?
– El desafío ahora es generar las políticas públicas y cómo contribuimos a que las metas del gobierno sean aún más ambiciosas. Pero también es importante que nosotros mismos cambiemos las prácticas. Desde la comisión de Medio Ambiente venimos proponiendo desde marzo la generación de una nueva forma relacional, hoy el Congreso es el edificio que más contamina en toda la región de Valparaíso. Y si no somos capaces de hacer que la institucionalidad sea ejemplo de hacia dónde queremos avanzar como país, no sé qué capacidad moral tenemos para decirle a la gente que apague las luces de su casa. Ahí tiene que haber una auto crítica, pero acompañado de un compromiso para revertirlo.
– ¿Pero eso pasa por desinterés, desconocimiento de la gravedad del tema?
– Creo que en gran parte por desconocimiento, pero también por el miedo que produce modificar las instituciones en un país tan cuadrado como el nuestro. Mover un poquito las fronteras dentro del Congreso genera una gran resistencia de parte los mismos congresistas. Cuando llegamos, nos contaban que era el primer año en que habían limitado las galletas dentro de las sesiones. Y había una cantidad de plata enorme gastada en galletas para que diputadas y diputados pudieses comer mientras se sesiona. Olvídate el grado de resistencia que eso generó. Entonces, si no fuimos capaz de implementar pacíficamente un proceso como la eliminación de las galletas, cómo vamos a ser capaces de implementar pacíficamente que el agua que se provee en las sesiones no venga en botellas individuales o en un gran bidón.
– Son cosas básicas al final.
– Básicos, los sachet de ketchup y mayonesa en el casino, ¿por qué no se ocupan distribuciones grandes? O la cantidad de papel que se utiliza sin un adecuado sistema de gestión de residuos. Son actividades cotidianas que le exigimos a la vecina en su casa pero que somos incapaces de implementar en la supuesta casa de la democracia.
– ¿Qué te parece Chile como posible organizador de la COP 25?
– Sería una tremenda oportunidad para las organizaciones ambientales y la visibilización de la problemática de las zonas de sacrificio que la COP pudiese ser en nuestro país. Espero que exista compromiso político, no solo para salir en la foto como organizador de la COP en América Latina, sino como compromiso real para un cambio de chip dentro de la institucionalidad ambiental chilena, la generación de políticas públicas y la relación de la ciudadanía, el cambio climático y las zonas de sacrificio, todo en miras de un nuevo modelo de desarrollo.
– ¿Pese a los 100 millones de dólares que cuesta la organización de un evento así?
– Hay muchos formatos, de financiamiento internacional, países disponibles a apoyar en la organización. Pero hoy el patrimonio del presidente Sebastián Piñera es 20 veces lo que cuesta la COP, entonces esperaría que el compromiso existiese.