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Los comunicadores tienen algo que decir

No son solo unas manzanas podridas ni hechos aislados. El periodismo sufre una descomposición en demasiados lugares. Este oficio olvida a menudo que lo que tiene entre manos -la información- no es una mera mercancía, sino un derecho fundamental, un pilar básico de las sociedades libres y democráticas; que su tarea principal es ser consciente de la gigantesca responsabilidad social que implica escoger que noticias se difunden y como se enfoca esa información. Ese cometido exige enorme dosis de ética, de compromiso, de sentido del deber. comunicadores

Sin embargo, observamos diariamente como proliferan formatos que conceden la misma credibilidad a la verdad y a la mentira, que sitúan al mismo nivel los argumentos a favor y en contra de los derechos humanos y que otorgan espacios privilegiados a los discursos deshumanizadores y de extrema derecha. Nada de la última década puede entenderse sin el papel que ha jugado ese tipo de periodismo.

Una sociedad mal informada es fácilmente manipulable. Lo saben bien quienes abusan de sus privilegios para tergiversar, falsear o practicar esa nociva equidistancia. Son sujetos que desprecian el concepto democrático del periodismo y que se siente embriagados por la idea de actuar como elite que nos guía y moldea, que influye y confecciona consensos encumbrando los debates artificiales y enterrando asuntos de urgente de la actualidad.

El periodismo de los despachos de las alfombras rojas padece torticolis de tanto mirar hacia arriba mientras olvida la terca realidad existente fuera de su burbuja. Considera a la masa receptora como un rebaño desconcertado (Walter Lippmann “dixit”), dúctil y maleable que toma caminos que se le señalen. Aspira a tutelar a las masas con un poder similar al que sustentaba la iglesia en la Edad Media. Y a menudo lo consigue.

En nuestro país hay tipos que dicen ejercer el periodismo y que presumen de que los presidentes del gobierno pasan mientras ellos permanecen en sus puestos directivos, marcando pautas con mas poder que aquello que son elegidos en las urnas. El poder periodístico sin ética y sin cultura democrática genera delirios de grandeza y normaliza psicopatías voraces. Quienes abusan de sus batutas y se excitan con ellas consideran imbéciles a quienes luchas por un periodismo digno, a quienes no usan causes privilegiados para enredar, manipular y enriquecerse de forma deshonesta.

En Quintero y Puchuncaví también encontramos casos como estos, comunicadores que publican lo que sea con la finalidad de lograr un par de like más.

Incumpliendo normativa legal vigente y cayendo en desacato con la magistratura local, con finalidades que violentan los derechos ciudadanos que tanto dicen defender.

Además de seudo-lideres de grupos de vecinos que abusan de sus privilegios para tergiversar, falsear o practicar esa nociva forma de ser lideres, donde se incluyen formas bastante poco democráticas de llegar al poder.

Cuando el único medio de comunicación, formalizado y con deposito legal en la zona, no dice lo que ellos quieren, estos son unos chantas, amenazan con demandar y todo lo que se pueda ocurrir con la finalidad de demostrar que ellos tienen la razón, ante un grupo de seguidores poco informados que se supone que los llevaran a ejercer el poder local.

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Manejan a las masas para que los apoyen en busca de sus propios intereses, como quedó demostrado hace un par de días.

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