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El engaño de las encuestas y la falta de seriedad del periodismo

Desde siempre quienes hacemos La Bahía on Line y sus medios asociados hemos tenido un principio de manual: no repetimos, ni difundimos ningún tipo de encuestas por más “prestigiosa” que sea la consultora difundidora de números sin ningún tipo de comprobación científica y donde solo se debe confiar en sus “resultados”, los cuales, como lo afirmamos muchas veces, son quirúrgicamente extraídos de un análisis político y social de politólogos y sociólogos, más analistas de proyecciones estadísticas los cuales en el mejor de los casos se valen de programas con algoritmos que simulan audiencias segmentadas, tal como nos explicó hace varios años un dueño de esas consultoras top.

Apoyando lo que nosotros ya sabíamos y permanentemente contábamos, a principio de año el consultor Raúl Timermanconfirmó con autoridad nuestro diagnóstico, aludiendo a que las encuestas hechas telefónicamente, en redes sociales en sitios gratis

Ahondemos en las encuestas hechas telefónicamente mediante un call center virtual, son poco o nada confiables y además, agregó que esos datos suelen ser manipulados para favorecer al cliente que las paga. A partir de allí, todo periodista que replica una de estas encuestas o está siendo muy inocente (cosa que lo dudo), es un ignorante (lo cual puede ser posible) o está operando para tal o cual candidato, casi seguramente. Y en todo caso, no es serio tomar la opinión de 100 ciudadanos, para definir una tendencia.

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De acuerdo a la prensa nacional, las encuestadoras, una vez más, quedaron al rojo vivo después de no acertar ni por aproximación lo que indicaban los números a nivel nacional sobre un resultado “levemente mayor” del Apruebo sobre Rechazo, otros “empates técnicos” y menos aún algunos que auguraban un triunfo del rechazo por “escaso margen”.

Nadie acertó. Lo datos más promisorios hablaban de una diferencia promedio entre los Apruebo y Rechazo, de alrededor de 5 puntos y fueron 60. Nadie acertó. Todo se resume a una charlatanería barata que despliegan en televisión o redes sociales los que se consideran “gurúes” de las encuestas y son tan flácidos a la hora de hablar como si se tratara del pronóstico del tiempo. Los pronosticadores suelen darnos en un día todas las opciones del clima: “chubascos aislados, habrá sol hacia la tarde, entrando la noche aumentará el viento y cerca de la medianoche podría bajar la temperatura”. Con estas predicciones, uno no sabe cómo salir de la casa, sin en camisa, con chaleco, paraguas o abrigo. En algún punto el pronosticador seguramente acertará o no. Más o menos lo mismo me pasa cuando escucho a los “profesionales” de las encuestadoras hablar de las “proyecciones” y las “tendencias“.

Por eso decimos y sostenemos permanentemente que las encuestas se han transformado en una falacia que la construyen en un “tablero de dibujo” a gusto e imagen de quiénes las encargan. Hace mucho tiempo dejaron de ser confiables y un dato de la realidad, especialmente por la forma en que se llevan a cabo. Actualmente se abandonó por el costo y por razones de seguridad, la encuesta puerta a puerta, la única más o menos confiable. Desde que arreciaron las telefónicas, todo se desvirtuó, inclusive hasta en el procesamiento de los datos, donde los “especialistas” vuelcan en las planillas lo que se le ocurre, de acuerdo a las necesidades de su cliente.

Existen medio que se hacen llamar locales, publico una encuesta en sus redes sociales, siendo lo único que tiene en la actualidad, porque su sitio web y teléfonos no están activos, encuesta para la comuna de Puchuncaví, en un sitio gratis sin mucha seguridad donde se puede votar las veces que quiera, por lo cual la primera pregunta sería la metodología y desde ya podemos augurar los resultados de dicha encuesta.

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En síntesis, ninguna de las encuestadoras puede o pudo prever una diferencia de casi 60 puntos como se dio en las elecciones del Apruebo y Rechazo. Esto arroja una conclusión: las encuestas no son confiables, los datos son inexactos y por lo tanto no sirven para tomar decisiones.

Sin embargo, la culpa no es de las encuestadoras. Sus dueños han visto un nicho de negocio y lo explotan. Son los políticos que desvirtúan todo al usar estos datos para dar imágenes falsas de triunfos que no existen o de ventajas que ni siquiera sueñan y los medios de comunicación que replican como un oráculo estas verdaderas mentiras, tendenciosas con mensajes sublimados para endulzar al votante a que vaya para uno u otro lado.

Una de las responsabilidades básicas del periodismo es ser equidistantes de las operaciones políticas, de las redes sociales y de las encuestadoras que tratan de torcer la luz en beneficio de sus abonados. Hoy más que nunca es imprescindible la crítica periodística. Vale más la opinión de un periodista que analiza el entorno y está en contacto con su audiencia y/o lectores, que la pretendida “elaboración de datos falsos” distribuidos por empresas que cobran millones de pesos para operar o bien para trabajar sobre las mismas proyecciones y trazabilidad de emociones, con que lo hace un periodista serio.

Claro, al periodista siempre le es más fácil leer o transcribir lo que le mandan y en todo caso siempre tiene a mano la excusa de cargarle a la empresa consultora la responsabilidad de haberlo dicho. pero no es así, el periodista tiene la responsabilidad fundamental de no difundir cuestiones que no puede corroborar. La pretendida “seriedad” de una consultora, no puede ser suficiente razón para que no haya otra palabra más que los datos arrojados por ella. Dicho esto, el periodista es absolutamente culpable de emitir estos datos como opinión cierta, incorroborable, tal como aquellos que se valen de las redes sociales para hacer análisis de versiones que ruedan por Facebook, twiter y Whatsapp.

Las encuestadoras y las encuestas, una vez más, han fracasado. ¿Volverán alguien a confiar en ellas para abril? ¿Habrá medios que se animen a tomar sus datos como opinión con base científica y jugarse exponiéndolos como verdad revelada?

Eso es lo que diferencia al periodismo que hace cualquier cosa por ser leído y aquel que busca ser leído por lo que hace.

John Ríos Suma de Villa

Director La Bahía on Line

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