Hace algunos días el ministro de Agricultura, Antonio Walker, advertía que Chile atraviesa la sequía más grande de su historia, incluso más grave que la vivida en 1968, un año tremendamente seco pero que, a diferencia del actual, estuvo precedido por años relativamente normales en materia de precipitaciones.
Es por esta razón que se habla de “mega sequía”. Se trata de más de una década con agudos déficits de precipitaciones que afectan a más del 70% del territorio nacional, en el que se concentra casi el 90% de la población.
Según datos de la Dirección Meteorológica de Chile, desde el 2007 se registra una intensificación del anticiclón del Pacífico Sur, lo que en términos simples significa menos precipitaciones en invierno, particularmente entre los 30 y 40º de latitud sur.
A este factor y muy asociado a él, se suma la presencia del llamado fenómeno de “La Niña”, que trae una menor temperatura de las aguas en el Pacífico ecuatorial. Otra causa probable de la mega sequía es la actual fase fría de la llamada “Oscilación Decadal del Pacífico”, de la que se esperaba que provocara una disminución de las precipitaciones cercana al 15%.
Sin embargo, con déficits que se encumbran sobre el doble de lo esperado, los especialistas señalan que la última, pero no menos importante, causa de la falta de precipitaciones en Chile no puede ser otra que el calentamiento global, provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero.
La situación actual es que en 2018 el déficit de precipitaciones en Chile había alcanzado en promedio un -23%, lo que se ha traducido en la declaración de zona de escasez hídrica en seis regiones y 116 comunas del país.
El 2020 puede ser un año crítico en cuanto a la disponibilidad de agua, con todas las consecuencias que ello implica para las personas y la economía del país. Pero no todo es malas noticias. Esta es una crisis que no nos sorprende desprevenidos. El Gobierno ya ha inyectado $42 mil millones a la Comisión Nacional de Riego, con el objeto de acelerar el proceso de tecnificación, revestir canales y financiar telemetría, lo que garantiza una mejor gestión de las 101 cuencas y 1.500 ríos del país.
Y es que el problema, más que de disponibilidad del recurso, es de gestión. Pasamos por la peor sequía de nuestra historia, pero también hubo periodos normales e incluso con superávit de agua en que pudimos ahorrar para enfrentar los tiempos, literalmente, de las vacas flacas. Este es precisamente el factor que depende de nosotros y, por lo tanto, el que podemos modificar.
¿Sabía usted que con una eficiencia de solo un 5% en los proveedores de una industria, se generaría un ahorro de 1.200.000 metros cúbicos de agua, equivalente al consumo anual de 22 mil personas? Nuestro gran desafío como ciudadanos es tomar plena conciencia de que toda actividad humana requiere de este vital elemento y solo haciendo un consumo responsable, como también de todo aquello que usamos en nuestra vida cotidiana, lograremos sortear los retos que ya en el presente nos plantea la naturaleza.
Giovanni Calderón Bassi,
director Ejecutivo Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático