En el mes de agosto del presente año, en París, Francia, fue detenido Pável Dúrov, fundador de Telegram, aplicación de mensajería y canales de comunicación. Libertad de expresión
El motivo de la detención, es por supuesta complicidad del empresario con los delitos que se cometen a través de la aplicación.
La sanción, puede llegar hasta diez años de cárcel, por permitir que se cometan delitos de diversa Índole, mediante Telegram. Al leer este tipo de noticias nacen una serie de interrogantes que apuntan a una misma respuesta: la relación con el poder.
Tanto la Unión Europea como Rusia, en diversas ocasiones, han solicitado a Pável Dúrov, que entregue información de personas vinculadas a organizaciones sociales, ecologistas y políticas, así como de líderes y referentes de opinión. En todas estas solicitudes, Telegram se ha negado a entregar duchos datos.
Tal negación hacia el Estado Ruso, tuvo como consecuencia la persecución. En la actualidad, Dúrov residía en Dubai, pese a tener nacionalidad y origen ruso. (además posee nacionalidad en Francia y los Emiratos Árabes Unidos, razón por la cual se ha negado a prestar servicios para ningún Estado).
Con estos antecedentes (que no son todos) se genera la inevitable relación de comparación con la situación de Julian Assange. ¿Hay realmente libertad de expresión cuando te revelas a los poderes políticos y fácticos? Entre tantas aplicaciones idóneas para la comisión de delitos, ¿por qué detener sólo a Dúrov?
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Telegram es la aplicación de mensajerías y canales de comunicación más descargada en Asia, Europa y América Latina. Actualmente cuenta con mil millones de usuarios activos, frente a los 350 mil de X. Nuevamente la seguridad de los datos personales está en riesgo.
Pável Dúrov, paga con su libertad el no “entregar” a sus usuarios. En tiempos de sobreinformación ¿hay libertad de expresión? ¿cuáles son las dictaduras? La situación por el mundo, deja una preocupante sensación.
