Frustración, angustia e incertidumbre. Esos son los sentimientos que durante estos últimos dos meses y medio se han ido acumulando en las familias de Quintero. La ciudad, desde el 21 de agosto pasado, atraviesa por una crisis ambiental, que hasta el día de hoy no tiene responsables formales.
Las consultas médicas en la zona, asociadas a intoxicación por gases, ya bordean las mil 800, centrándose principalmente en menores de edad, decantando en una creciente preocupación de los padres. Tanto, que algunos ya comenzaron a abandonar la zona en busca de un lugar que resguarde la salud de su familia.
Uno de ellos es Luis Oyanedel. Su hija, quien cursa cuarto medio, ha resultado afectada por los agentes contaminantes, por lo que “no puede tener una rutina normal, pasan semanas enteras en que no puede salir ni a recreo”, dice. Los síntomas crecientes son tos e irritabilidad de las vías respiratorias.
El residente de Quintero dice conocer a más familias que pretenden tomar el mismo camino. Y describe la situación como un “encierro obligado”, parte de la “incertidumbre de qué va a pasar, lo que genera más miedo. Muchos empiezan a pensar si se deberán ir”.
Luis, de hecho, asegura que ya arrendó su casa para poder trasladarse a Viña del Mar o Quilpué, pues “buscamos algo más sano. Como papás, no podemos exponer a los hijos a estas situaciones tan graves”.
Otro padre de familia, quien pidió reserva de su identidad, cuenta que se ha volcado a las redes sociales para poder hallar un nuevo hogar, ya que señala que “esta situación tiene un costo emocional, pero también financiero”. Claro, porque alejarse de la “zona de sacrificio” implica también aumentar los gastos, como el traslado, ya que su lugar de trabajo está en Maitencillo, a media hora de Quintero, pero a más de una de Viña del Mar.
A lo anterior se suma el tener que abandonar “nuestra casa propia, que en 2007 adquirimos con tanto sacrificio. ¿Para qué? Para dejarla porque alguien no tiene responsabilidad y afecta tu vida completa”.
Luis Oyanedel agrega que “no te levantas, no comes y no tomas agua tranquilo, pensando en que todo puede estar contaminado”, quien agrega que en Quintero quedan sus padres y hermanos.
Cecilia Huencho, madre de una joven universitaria y de dos hombres, de 6 y 10 años, también se encuentra evaluando la decisión. Sostiene que los niños sufren problemas sanguíneos, por lo que “mientras estemos aquí, no se van a mejorar (…) andan más irritables, es todo muy desgastante. Uno siente que falló como mamá”.
José Huencho, quien vive en un terreno irregular, sostiene que “firmábamos documentación en enero para ser propietaria del terreno y ahora podría perder esa oportunidad, se va a ir todo a las pailas. Hay que empezar de cero a veces”.
Luis Gatica, concejal (PPD) de la zona, comenta que “me parece extraño que la gente quiera irse por el tema medioambiental. Aquellos que somos de Quintero, de corazón, no nos vamos, vamos a morir acá, aunque sí queremos que se resuelvan los problemas. Estamos trabajando para que esto no vuelva a ocurrir y que seamos lo que éramos, el mejor balneario de Chile”.