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El centralismo: la enfermedad de Chile, Santiago es Chile

Transantiago, televisión abierta, radios, prensa escrita, instituciones culturales, grupos empresariales, centros de negocios, universidades… Pareciera que todo lo que ocurre o no ocurre, todo lo que se discute, lo que no se discute, los grandes negocios, los grandes acuerdos, las grandes hazañas deportivas, la farándula, la música, el arte, todo, absolutamente todo, ocurre dentro del Gran Santiago. La prensa nos informa delitos, hechos, buenas o malas noticias, deportes, y un cuanto hay, empezando por el Gran Santiago, y terminando en Gran Santiago. Es como si la capital, realmente, fuera la base única sobre la cual existe Chile. Las provincias, solamente son mencionadas cuando un hecho muy grave ocurre, para el turismo veraniego, las postales que se venden en el extranjero, o simplemente, para entregarle recursos, materias primas y energía, a ese gran consumidor llamado Santiago de Chile. Cuando un hecho grave ocurre en vialidad, es el Ministro de Transportes el que in situ se preocupa en persona de dar solución. Si hay una crisis de salud pública, el Ministro de Salud pone la cara. Si ocurre un grave hecho delictual, o un gran operativo policial, es el Ministro del Interior quien nos informa en directo de los detalles.

Pero… Cuando ocurre un hecho similar en Quintero, Puchuncaví, La Ligua, Petorca Putaendo o Calle Larga… ¿Quién se entera? ¿A quién le preocupa? Es como que las regiones solamente fueran relevantes solamente para las grandes campañas electorales, sean municipales, parlamentarias o presidenciales. Obviamente, coordinadas, planeadas y ejecutadas desde los comandos centrales de cada partido, dentro de los límites del Gran Santiago y con candidatos de Santiago obviamente.

Pero tranquilo, me diría cualquier político de cualquier bando. Tenemos el parlamento. El lugar donde todo el país está representado. Y además, dicho parlamento se encuentra fuera de Santiago, en Valparaíso, puerto principal. Un parlamento formado por representantes elegidos localmente por cada uno de los distritos o circunscripciones senatoriales en que está dividido Chile. Políticos profesionales que provienen de todos los rincones del país, y legislan en consecuencia.

Mentira. No es verdad. Es sólo letra muerta.

La gran mayoría de los parlamentarios es de Santiago. Viven en Santiago. Nacieron en Santiago. O han vivido gran parte de su vida en Santiago. Se educaron en Santiago. Viven por, y para Santiago.

 

Ejemplos hay muchos. Un ex senador por Aconcagua, alguna vez precandidato presidencial, pero que vive en Santiago, con hermanos representando a distintos distritos, un diputado en el norte, otro senador en el sur para terminar con otro hermano nombrado ministro en el actual gobierno, que claro no es el de los hermanos. Cuoteo político santiaguino. Un diputado, esposo de otra diputada, electo en el Norte Grande. Pero, obviamente, educado, criado, casado, y que vive en Santiago.

Y por ello no sorprende que grandes proyectos y fracasos económicos o políticos, ocurran por o desde Santiago. El famoso Transantiago. Millones de dólares a la basura en déficits y más déficits, en un sistema cuya idea era buena, pero su ejecución, un desastre. ¿Quién paga los platos rotos? El fisco. Pero… ¿Impuestos solo de Santiago? No. El fisco es uno solo. Dinero de todos los chilenos. El Proyecto HidroAysén, bueno o malo, ha sido pensado, planeado desde siempre, desde un comienzo, para abastecer a Santiago de energía. Porque Santiago no es capaz de producir la propia. Es un importador neto de energía. Y con un amplio margen. Un proyecto que involucra a siete regiones de Chile, solamente, para abastecer a Santiago. ¿Le preguntaron a las regiones? Obviamente no, el capital y la política se mueven solamente en los tres o cuatro kilómetros que separan el Barrio Cívico del Barrio El Golf. En el Gran Santiago.

Tras cuatrocientos años de historia, y doscientos años de vida republicana, Santiago se ha convertido no sólo en la ciudad más grande del país, con el 40% de la población viviendo en sus límites, sino que es el centro político-económico y cultural de la nación. Consume cerca de la mitad de la energía, alimentos, y recursos de todo tipo para seguir funcionando. Es una metrópolis que se abastece en su gran mayoría, desde otras regiones. Es un importador de energía, alimentos, y materias primas. De la misma manera que los países industrializados compran materia prima barata y venden manufacturas caras, Santiago es nuestra metrópolis, nuestro rector, nuestro guardián, nuestro consumidor y nuestro vendedor.

Y tenemos noticias. El poderoso lobby de la construcción, ya ha logrado la aprobación de la Intendencia Metropolitana para hacer crecer aún más a este monstruo. Diez mil nuevas hectáreas, de antes terrenos fértiles, para transformarlos en parte de esta jungla de cemento. Porque las proyecciones ya están: En los próximos diez o quince años, Santiago alcanzará la estratosférica cifra de 8.000.000 de habitantes. Una LOCURA, por donde se le mire. La cuenca de Santiago no tiene agua suficiente para abastecer tanta gente. ¿Soluciones? Probablemente, la capital, en un futuro no muy lejano pase a ser también, un importador neto de agua.

¿Y qué pasa con las regiones? Ampliamente postergadas, salir de la capital es simplemente viajar a otro país. Y para un provinciano como yo, viajar a Santiago es viajar a otro país. Ninguna ciudad de Chile, ninguna, puede equipararse en desarrollo urbano, vial, cultural, económico, o simplemente, desarrollo humano. Y no solamente por las dimensiones, el tamaño, sino por la calidad de los servicios que uno espera encontrar en cualquier ciudad medianamente desarrollada. Compare las autopistas de Santiago, su centro histórico, su barrio financiero, su estación de ferrocarril, sus museos, la Biblioteca Nacional, sus hospitales y clínicas, privadas o públicas, sus universidades, su sistema de transporte, la infraestructura en general. Nadie puede competir con la capital. Nadie.

Y el efecto es un círculo vicioso. No hay incentivos para vivir en regiones. Inmigremos a Santiago. Y esta pérdida de capital humano, simplemente, deja las provincias aún peor paradas para enfrentarse y soñar competir con la capital. Los mejores trabajos, los mejores salarios, la mejor vida nocturna y cultural, la mejor infraestructura deportiva, la mejor atención de salud, los cesfam de cualquier comuna de la Capital es mejor que Hospitales sin médicos en regiones solo por dar un ejemplo hospitales de Quintero y Petorca.

Y la desigualdad aumenta día a día. Y no solo eso. Santiago el dueño de las regiones. En Santiago están las casas matrices de cualquier empresa que se precie de ser importante. Bancos, comercio, retail, minería, transporte terrestre, marítimo, aéreo, farmacias, casinos, entretención, telefonía, todo, todo es dirigido y controlado desde Santiago. Las regiones solamente se limitan a operaciones extractivas o industriales. Pero el destino del dinero, los impuestos, y las mercancías es, ineludiblemente, Santiago. Toda la ganancia, sea consumo interno o exportación, es acumulado en Santiago, dejando para las regiones la contaminación y la falta de recursos.

Pero eso no es tan malo, diría cualquier ejecutivo de alguna empresa. Eso es, simplemente, ahorro de costos. Eficiencia. Los servicios en Santiago, la producción en regiones. Pero entonces ¿Qué clase de país es este? Y el famoso discurso del desarrollo. Con esto nos desarrollamos y crecemos. Si Santiago crece, Chile crece. Obvio. Santiago, definitivamente, es Chile.

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